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TEMA DE HOY

LA SABIDURIA EN LAS LETRAS Y LOS SONIDOS

Narciso Lué

Es innegable que la explicación del descenso terrenal de la Sabiduría única proveniente del Ser supremo puede ser intentada desde distintos puntos de vista. Por lo general se atribuye todo conocimiento humano a la traslación de esa Sabiduría a través del “lenguaje de los pájaros”, también llamado “lenguaje celestial” o “lenguaje de los ángeles”. Esa traslación representada por Hermes como mediador entre Dios y los hombres otorga al saber divino una cualidad etérea sólo explicada como una trasmisión generalmente oral que con el tiempo se volcó en la escritura de los textos sagrados. Es el ejemplo de la tradición mosaica.

En otros casos, la doctrina sagrada es directamente dictada al elegido por Dios, como en el Islam: Mahoma recibe el texto del Corán del arcángel Jabril, equivalente al cristiano San Gabriel. Sin embargo, poco se explica acerca del valor de la palabra con la que se trasmite la Sabiduría única, palabra que ha de ser entendida como un símbolo y no como la expresión cierta de un idioma cualquiera: el hebreo, en el caso de Moisés, o el árabe en el caso de Mahoma, con lo cual queda claro que el lenguaje celestial es un simbolismo de la comunicación.

Esta manera de encarar un estudio acerca de la Sabiduría no deja de ser complicado, en cierto modo a causa del hábito constante del lector no comprometido con estos temas, de mantener lo que las palabras expresan del orden histórico, cuando lo que se debe hacer es trasladarlas al orden simbólico, que es donde las verdades teológicas se evidencian con toda su verdad.

En este estudio nos ceñiremos a las letras y las palabras, que son la forma expresiva con la que los hombres se comunican entre sí, con las salvedades hechas en líneas precedentes. A lo largo de este desarrollo se hará necesario ir comparando el pensamiento clásico que es para nosotros más cercano geográfica y temporalmente, con el hindú, muy anterior en el tiempo pero que sin embargo tiene bajo otras formas gramaticales, una influencia evidente sobre el helenismo o, si se quiere, se puede preferir al azar como causa de sus semejanzas, lo que resulta discutible mas, no es éste el momento de desentrañar tal cuestión.

La lectura de la metafísica hindú, de por sí enigmática, aumenta el desconcierto si se la aborda con un excesivo apego a su literalidad. Así, por ejemplo, tratando el tema de la corporeidad de los dioses, la cuestión, al derivarse hacia el origen del universo, se sostiene que éste se originó en la palabra, “como ha sido comprobado por la visión directa y por el razonamiento” (Brama-Sūtras, con comentarios de Sankara, p. 173, ed. Trotta 2000). Recordamos que la visión directa es la captación por la conciencia pura de un objeto, lo que produce la identidad del que conoce con lo conocido, mientras que la captación de ese mismo objeto por el razonamiento conlleva un proceso dualista sujeto-objeto, que tiene carácter representativo, pues debe pasar por el “filtro” del método discursivo que conduce al resultado de la representación y no al de la posesión de lo conocido mediante una identificación. Por ello, es recomendable en este estudio, tomar en la tarea gnóstica el vocablo “objeto”, con la reserva apropiada a sus caracteres que están adecuados al conocimiento dualista, sin ninguna posibilidad de admisión en la metafísica no-dualista.

Bien es cierto que el universo se originó en el Absoluto y siendo así, ¿cómo se puede afirmar a un mismo tiempo que se originó en la palabra? Aunque la explicación que da Sankaracharya no lo aclara tanto como es de desear, se puede colegir su significado último. Este intérprete de la metafísica hindú da la siguiente explicación, refiriéndose a la aparente contradicción de atribuir el origen del universo tanto al Absoluto como a la palabra, y dice: “Esta objeción se funda en que observamos la conexión sin origen entre palabras como vaca, y las cosas que significan. Pues, aunque los seres individuales de la especie que indica la palabra con esa construcción, “vaca”, tienen un origen, sus especies no tienen origen, pues sólo lo individual se origina de las sustancias, de las características y de las acciones, y no de las especies. Sin embargo, es con las especies con las que las palabras están conectadas, y no con los individuos. Los individuos al ser infinitos en número, no son capaces de entrar en esa conexión”. La cita es extensa, cierto, pero provechosa, según se verá.

Lo primero que habremos de aclarar es que el significado hermético de esta explicación viene a afirmar que el Absoluto, el Uno, Dios, Allâh o como se quiera nombrarlo, es el proveedor de la Sabiduría única, descendiendo sobre los hombres al haberlos dotado de la aptitud apropiada para el conocimiento de “las especies” lo que se logra mediante el contacto sensorial con las individualidades de las que abstrae sus caracteres esenciales para formar lo que en términos gnoseológicos clásicos se denominan “conceptos”. Conceptos y especies son, en este sentido y para el desarrollo de este estudio, vocablos intercambiables.

De lo dicho hasta aquí se pueden entender mejor expresiones tales como que las especies no tienen origen (ver Brama-Sūtras, cit, p. 174), en el sentido clásico de que carecen de realidad pues sólo representan a una gran cantidad de individualidades, que son las que de modo cierto tienen realidad por estar en la existencia. El concepto “árbol” no está en la realidad pues representa al roble, al pino, al almendro, al sauce y demás individualidades diferenciadas entre sí a causa de sus accidentes: ramas más grandes, alturas distintas, frutos secos o húmenos, flores celestes, rojas, violetas, amarillas, pero todas flores. No obstante esta diversidad de accidentes, las individualidades están dotadas de caracteres esenciales que pueden ser abstraídos por el intelecto para forman el concepto (o la especie) “árbol”, por ejemplo.

Las individualidades, pues, tienen origen y son perecederas; las especies carecen de origen y son eternas. Estas especies son las que sirven al hombre para una captación intelectual de su propia realidad existencial. No obstante, es con las especies con las cuales las palabras están conectadas, y no con las individualidades. La conexión es el proceso por el cual es apreciable el sentido de cada palabra, lo que origina la comprehensión. Con los seres únicos como la luna y el sol, la misma palabra parece encerrar el desarrollo y el resultado del acto gnóstico. Sin embargo, no es así, porque ese objeto único se presenta al entendimiento nada más que como una palabra, igual a cualquiera otra, sin más significado; necesitará ingresar a un contexto para adquirir un sentido, y así, siempre dependerá de su contexto, que es lo mismo que ocurre con cualquiera otra palabra. Esto es algo que tiene que ver con el sonido de las palabras y su significado, según se verá más adelante.

No obstante la implicación innegable entre las especies y las individualidades, la eternidad de las especies es lo que está en conexión con el sentido de las palabras; tal sentido no surge de la palabra misma sino de su conexión con las especies. Lo que rige el conocimiento, en definitiva, es el sentido o significado de las palabras que se refieren a las especies y no a las individualidades. Dicho de otro modo: lo que produce el conocimiento no es el olmo, el jacarandá o el ceibo, sino el “árbol”, que contiene a todas esas individualidades y las demás que están en la manifestación poseyendo las mismas notas esenciales. Por otra parte y dicho sea de paso, conocemos mejor a las especies que a las individualidades. Conocemos mejor al “hombre”, que a la individualidad hombre que se cruza en nuestro camino.

Cuando las Escrituras védicas enseñan que el mundo se ha originado de la palabra, está requiriendo, para su entendimiento, que el hombre tenga su mente unificada con la palabra (Brihadāranyaka Upanishad, I, 2, 4). En el Génesis/Bereshit, Elohim otorgó a Adam la potestad de dar nombre a todo lo creado utilizando la facultad humana de nombrar las especies tras su conocimiento. El significado es claro: el hombre sólo puede conocer su realidad existencial mediante la captación intelectual de las especies pues, por la sola contemplación de las individualidades no se produce el conocimiento intelectual sino sólo el sensitivo, lo que Platón denominaba “intuición sensible”, el escalón más bajo de la aprehensión por el ser humano de su realidad mundanal.

Si es cierto que en toda obra la palabra precede a la acción, los dioses creadores que en casi todas las doctrinas sagradas son dioses menores (el Demiurgo, Brahma, Elohim...), está claro que en estos dioses la palabra también precedió a la creación o sea que las palabras védicas se hicieron presentes en la mente de los dioses y luego se produjo la creación de lo que contenía esencialmente cada palabra indicadora de cada especie.

El hinduismo se pregunta de qué naturaleza es esa palabra de la que proviene el origen del universo y la respuesta es: sphota, que bien podría significar lo que se manifiesta de cada palabra y también, la impronta que se produce en la mente del hombre cada vez que oye el sonido de una palabra; es decir, el conjunto de letras que la forman (ver la nota de pie de Consuelo Martín en p. 175 de Brama-Sūtras, edición citada). En Aristóteles viene a ser la primera impresión que captan los sentidos en el proceso gnóstico, siendo los siguientes el sentido común, la creación de la imagen, la abstracción y el concepto.

La diferencia entre el valor de las letras que forman una palabra y la palabra misma es de tal magnitud, que no se puede afirmar que conociendo la última letra de una palabra o incluso tras la última conocer las demás, se pueda llegar al conocimiento de lo que la palabra contiene; tampoco es admisible que la idea de que sea posible la comprensión simultánea de todas las letras, en sucesión. No es así como se produce el conocimiento.

Lo que trasmite la Sabiduría única a los hombres es el proceso de formación de los conceptos; es decir, la posibilidad de crear en la mente la existencia de especies, o descubrirlas por la actividad intelectual, partiendo de la observación de la realidad donde se evidencian todos los seres manifestados a los cinco sentidos de los seres humanos para obtener de ellos las especies inalterables y eternas. Por ello, se debe insistir en que la percepción de las letras no producen la captación del sentido. No son las letras en sucesión lo que permite adquirir un conocimiento. Para la gnoseología hindú, primeramente es la palabra (sphota), luego el intelecto (buddhi), actuando sobre ella. Una vez que la palabra ha sido captada se presenta sphota en el intelecto a la vez como objeto y como acto mental de comprensión.

De esto se puede deducir que cada vez que pronunciamos una palabra, completamos un acto de conocimiento, aunque se trate de una misma palabra repetida una y varias veces, porque no es la memoria el agente trasmisor del conocimiento; sólo sirve la memoria para mantener almacenados los distintos sonidos de las palabras. Si digo “árbol”, la memoria nos recuerda ese sonido como objeto almacenado en ella aunque, reconocer la existencia de ese sonido no produce conocimiento. A veces las palabras son pronunciadas deficientemente y se produce en el sujeto captador una ostensible confusión; se suele decir: “no entiendo”, o lo que es lo mismo reconocer que hay sonidos formados por letras que en su conjunto forman palabras que, no obstante hacer uso de tales letras “conocidas”, en su conjunto no son “reconocidas” porque no están almacenadas en la memoria formando una palabra. Si en medio de una frase se dice “quelinsador” en lugar de “ventilador”, se produce tal confusión que el que escucha no sabe lo que su interlocutor ha querido decir. Ése es el papel de la memoria: almacenar los sonidos con los cuales las palabras son expresadas, y ahí termina su misión respecto al conocimiento en orden a las letras y a las palabras.

Para que nazca el conocimiento es menester que intervenga el intelecto incidiendo en lo que la palabra manifiesta por sí misma. Esto es, que se produzca la necesaria conexión entre sphota y buddhi. Cuando el sonido y el sentido han hecho su trabajo en conexión, se habrá producido como resultado la luz de un conocimiento.

A la afirmación de que las letras mueren luego de ser pronunciadas, mientras que en contrario, las especies son eternas, se debe entender como la autonomía de cada conocimiento. Así, si repito la palabra “árbol” varias veces, no se ha producido (si se produce) un solo conocimiento, pues en tal caso el sonido alojado en la memoria tendría la potencia de crear conocimiento, y ya vimos que ello es imposible. La circunstancia de que las letras mueren tras ser pronunciadas significa que su uso sirve a la creación de un conocimiento causado por la incidencia del intelecto sobre la palabra (buddhi sobre sphota), y después perecen del mismo modo que perecen los sonidos una vez escuchados. Por ello, cada vez que se extrae de la memoria un sonido, aunque fuera siempre el mismo, para que un conocimiento nazca es necesario que se haya producido la incidencia del intelecto sobre el sonido de la palabra. Cada vez que suena la misma palabra, sus letras mueren, por lo cual no se puede afirmar que se trata de la repetición de la misma palabra y no una sucesión de palabras distintas que tienen el mismo sonido. Como es natural, para la adquisición de un sentido se precisa la inserción de cada palabra en un contexto.

Los idiomas utilizan las mismas letras pero con sonidos propios y distintos de los de otros idiomas mas, el sentido es siempre el mismo o de lo contrario sería imposible hablar de traducciones. “Hombre”, por ejemplo, puede tener y de hecho tiene sonidos diferentes pero en todos los idiomas tiene el mismo sentido pues significa en todos ellos, lo mismo. Esta es la prueba más evidente de que lo que ha trasmitido la Sabiduría divina a los hombres no son palabras que representan a seres individuales, sino especies o conceptos, que permiten conocer y hablar entendiéndonoa entre todos los que pronunciamos los mismos sonidos en pos del mismo significado.

¿Acaso no es el diccionario de cada idioma, la cuna del saber humano por constituir el mayor almacén de palabras que no describen individualidades sino especies?

Articulo obtenido de Revista Hermetica Nov.2007 Num. 38

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